Silvana y la última copa
Silvana era una bella sílfide. Como todos sabréis, las sílfides, son seres mágicos y elementales, y su medio natural es el aire. Era de formas rotundas; piernas contorneadas, pecho exuberante, ojazos negros, labios carnosos, y un pelo negro azabache, liso y cortado a la altura de los hombros, que resaltaba aún más, si cabe, su bello rostro. Sus alas, se decía en el ambiente de los elementales, eran las más bellas jamas creadas; esbeltas y brillantes como un zafiro de Cachemira. Seguro que estáis pensando...¡Que afortunado ser! Bien, pues no. Era bella, era mágica, era inmortal, podía volar durante días...pero había un problema. Ella, Silvana, desde que podía recordar -Las Sílfides no pueden recordar su origen- había deseado ser una Nereida, que como todos sabréis, es un ser elemental que vive en las profundidades de océanos y ríos-. Una mala noche, Silvana se posó sobre un puente, y tras mirar la luna por última vez, se arrojó al agua. Cuando su bello cuerpo tocó el líquido elemento, se convirtió en polvo. Yo, que estaba en el puente disfrutando de la noche y acompañado por una copa de amontillado y picadura de tabaco aromatizado a la vainilla, me quedé atónito. Mientras daba una profunda calada al cigarrillo, comprendí dos cosas. La primera, que uno nunca está contento con lo que tiene, sea esto lo que sea, y la segunda, que como dice mi buen amigo Pepelu, "La vida nunca es lo que esperabas"...
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