Corazón de Loto

Se sentó frente al lago. La noche no era tan fresca como debiera, el tiempo hacía de nuevo gala de su libertad. Si, quizá el tiempo fuera lo único libre que existía. El tiempo y quizá Dios, o G.A.D.U. , o como queramos llamarlo, pero ni siquiera está claro que el que todo lo puede sea libre, ya que es el orden superior, y el orden, es orden al fin y al cabo.

Se tumbó. Una sensación agradable invadió todo su cuerpo. El efecto del tupido césped bajo su nuca, bajo sus brazos, de alguna manera era como flotar.

Por unos instantes cerró sus ojos e inspiró profundamente. El olor del césped lo transportaba a su niñez. Siempre había estado ligado a él, siempre presente en su vida. Sonrió. Vaya alianza vital tan extraña, el césped. Parecía surrealista, en otra ocasión profundizaría sobre este particular.

Abrió los ojos nuevamente. La luna estaba preciosa. Era grandiosa, no le extrañaba que el astro nocturno, la autentica reina de la oscuridad, hubiera maravillado al eterno poeta granadino.

El corazón, el corazón también le fascinaba. Era una víscera, de acuerdo, pero no era como el resto de vísceras. Podía decirse que era la reina de las vísceras, se elevaba por encima de las demás creando un abismo entre ellas.

El corazón solo se manifestaba con las emociones más fuertes. Por ejemplo con la tristeza, con la melancolía, o con la felicidad autentica. La felicidad auténtica es como la tristeza. Es serena. Es omnipresente. Aprisiona el corazón. Es como si se apoderada de él, como si lo vendara con fuerza, limitando sus movimientos. Como unos pies de loto, eso es. Es el mejor ejemplo que se le ocurría. Como los pies de una niña china, de una princesita de la nobleza, cuyos progenitores, con esmero, vendan a diario sus pies, haciéndolos bellos bajo su prisma, e inservibles para cualquier tarea.

Es curioso que sentimientos tan dispares y tan aparentemente opuestos como la tristeza y la felicidad, tengan los mismos efectos en el corazón. Es una buena forma de saber si algo te hace feliz. Solo tienes que detenerte. Aislarte unos segundos del exterior y mirar dentro de ti. ¿Lo sientes oprimido?, ¿sientes el corazón de loto? Entonces sí, es felicidad, felicidad auténtica, genuina, felicidad de verdad. Si no sientes el corazón de loto es otra cosa, lo más probable es que sea alegría, o satisfacción, pero no felicidad.

Otra vez cerro sus ojos. Otra vez inspiró lenta y profundamente... Allí estaba, su corazón de loto...Y frente al lago, recordando sus versos favoritos del eterno poeta granadino, durmió mecido por  la luz de la luna...

Fotografía: Gema Benito. Texto: Pepe Desastre. Todos los derechos reservados.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El Faro de los enamorados

¿Me quieres?

Dos reales y un céntimo