El péndulo de cuarzo negro
Con el torso desnudo, se situó frente al espejo. En la estancia reinaba la oscuridad, desafiada solo por la tenue e intermitente llama de una pequeña vela, que parecía danzar al ritmo de la pieza que sonaba en el giradiscos, Para Elisa. Posó la mano izquierda frente a su rostro, y comenzó a mirar el vaivén del péndulo de cuarzo negro...de forma paulatina, cayó en un profundo trance...Las calles estaban desiertas, ni una sola persona, ni un solo vehículo, nada. El silencio era tan rotundo, que podía percibir el sonido de las hojas mecidas por el viento. Se desabrochó la camisa, el calor era insoportable. Llevaba horas caminando, con la esperanza de encontrar a alguien o algo, que le explicará lo sucedido. Se detuvo a encender un cigarrillo. Justo cuando accionó el encendedor, oyó unos tenues lamentos. Miró a su alrededor...otra vez... La caseta, tenían que provenir de allí. Anduvo hacia la caseta. Los lamentos eran mucho más fuertes. Era una caseta de obra, de estas dedicadas a albergar transformadores eléctricos. Tenía pintada una horrible calavera. Los lamentos se hicieron insoportables. Intentó abrir la puerta, sin éxito. Retrocedió unos metros y se arrojó hacia la puerta. El impacto lo devolvió a la estancia. La vela daba sus últimos destellos, y aún sonaba Para Elisa. Exhausto, arrojó el péndulo al suelo, y mirándose al espejo, sonrió...te tengo...te tengo...
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