Chito

Paseaba yo por la Mezquita, una madrugada de desvelos y frío, en soledad, con la única compañía del soniquete sordo y acompasado de mis pasos. Al llegar a la ribera, junto al Puente Romano, vi un tumulto de ángeles, de estos seres del cielo, arremolinados, murmurando con sus cantarinas voces, nerviosos, como embriagados por una noticia sin par. Yo, sin mucho interés, me acerqué a ellos y les pregunté por la buena nueva que tanto revuelo les causaba. -A la paz de Dios-, les dije. -Amén- contestaron las criaturas celestiales al unísono, con cierto desdén, dejando claro que mi presencia les era tan molesta como inesperada. -Buenas noches, me preguntaba cual era la novitate que tanta felicidad os produce, si no es mucho preguntar- . Los serafines me miraron con una mezcla de asombro y misericordia. El que tenía las alas más blancas y el cabello más rubio, no sin antes mirar con sus azules ojos al cielo y emitir un angelical suspiro, me contestó: "¿No te has enterado, trozo de carne con alma? Acaba de llegar al cielo todo un señor cordobés, de capa y sombrero, de buen porte y mejor sonrisa, y está embelesando a todos con sus historias de palios y misterios, de imagineros y marchas...". Me dió un vuelco el corazón, y de forma algo descortés, corté al querubín. -Perdone, tan singular persona, por casualidad, ¿no se llamará Rafael? - El ángel asintió, y yo, sin mediar verbo alguno, continúe con mi paseo, pero esta vez, no solo acompañado por mis pasos...saladas lágrimas, pena y sollozos, me acompañaron por mi Córdoba amada...Un fuerte abrazo Rafael, ha sido un placer y una fortuna compartir tantos momentos contigo...

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