La Bailarina

De sublimes formas y finas maneras, así estaba hecha la bailarina. Su rostro desprendía tal belleza, que en muchos producía dolor, y en muchas, desazón. Ella, la bailarina, vivía ajena a su ambrosía, a pesar de que su vida, su existencia, se desarrollaba entre infinitos espejos. La hermosura que ella admiraba, venía acompañada de sacrificio. Bailaba durante horas, hasta ver sus pies sangrar, hasta no poder levantar su alma y hacerla flotar. 

Su oportunidad llegó. El fruto de su esfuerzo, de sus renuncias, se tradujo en interpretar el Lago de los Cisnes en el Teatro Real, el día de Navidad. La noche de antes, noche buena, fue la más feliz de su vida. Se acostó pronto, pronto y sola, como de costumbre. Le costó dormir, pero consiguió apaciguar sus nervios y entregarse  a un reparador y placentero sueño. 
Cuando el reloj marcaba las tres y treinta y tres, se escuchó un leve ruido en la chimenea. Era Papá Noel, que sigiloso, caminaba hacia la cama de la bailarina. Apoyó su mágico saco en el suelo. Rebuscó. Ahí estaba, el regalo de la bailarina. Lo extrajo del saco, lo depositó en la mesilla de noche, y desapareció. 

Era un pequeño paquete, envuelto en un papel charol de un vivo color rojo, con un lazo de terciopelo, negro muerte. En ese preciso momento, en ese justo instante, la bailarina exhaló su último aliento. Sin más. Murió. Abandonó este mundo. 

No más espejos. No más danza. No más dolor. No más belleza. No más lago de los Cisnes. Habrá, quien piense, que la bailarina desaprovechó su vida. También habrá quien piense, que vivió feliz, como eligió. Yo, por mi parte, pienso que Papá Noel puede ser un poco hijo de puta, y que Dios, aprieta, y hay veces que ahoga...feliz Navidad

Fotografía y texto: Pepe Desastre. Todos los derechos reservados.

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