El Festín
Eran ya las doce y media de la noche. La cosa se complicaba, no le gustaba cenar tan tarde y tampoco le gustaba Joaquín Sabina, que era la música que estaba sonando en esos momentos. Candidatos no le faltaban. Echó una nueva mirada al local y se decidió por uno. Contorneándose como pocas mujeres saben hacer, se aproximó a él.
-¿Me conoces? No me quitas ojo, por eso te lo digo.
El joven, ruborizado y casi sin mirarla a la cara, le contestó:
-Perdona, yo...
Ella le cortó rápidamente, "mira, no andemos con rodeos, ¿Quieres tomar una copa con conmigo? pero en mi casa, tengo mejor música que la que suena en este antro"
-Por supuesto, contestó el joven. Ella comenzó a andar hacia la puerta, el joven la seguía mientras la observaba de arriba a abajo. Era una chica muy atractiva. No muy alta, bien proporcionada y con un pelo rubio muy llamativo que recordaba a aquellas actrices de moda en la época dorada de Hollywood. Llevaba unos zapatos color maquillaje, con un poco de tacón, unos jeans pitillo algo desgastados y una cazadora de cuero color cámel ceñida a la cintura que realzaba su figura.
El joven, ruborizado y casi sin mirarla a la cara, le contestó:
-Perdona, yo...
Ella le cortó rápidamente, "mira, no andemos con rodeos, ¿Quieres tomar una copa con conmigo? pero en mi casa, tengo mejor música que la que suena en este antro"
-Por supuesto, contestó el joven. Ella comenzó a andar hacia la puerta, el joven la seguía mientras la observaba de arriba a abajo. Era una chica muy atractiva. No muy alta, bien proporcionada y con un pelo rubio muy llamativo que recordaba a aquellas actrices de moda en la época dorada de Hollywood. Llevaba unos zapatos color maquillaje, con un poco de tacón, unos jeans pitillo algo desgastados y una cazadora de cuero color cámel ceñida a la cintura que realzaba su figura.
El joven a duras penas podía seguir sus pasos.
-¡Vamos hombre! exclamó ella. Tras un corto paseo por la rambla, llegaron a un elegante edificio. No podía creer lo que le estaba sucediendo, más entusiasmado por contárselo a sus amigos que por el hecho en sí mismo.
-¡Vamos hombre! exclamó ella. Tras un corto paseo por la rambla, llegaron a un elegante edificio. No podía creer lo que le estaba sucediendo, más entusiasmado por contárselo a sus amigos que por el hecho en sí mismo.
La chica abrió la puerta del edificio y comenzó a subir los escalones de forma enérgica. El sonido de los tacones resonaba por todo el edifico. Es aquí, dijo secamente. Apartamento 13, leyó el joven.
Entraron en el apartamento. Era más grande de lo que parecía desde fuera. Muebles de maderas nobles, preciosas pinturas impresionistas, y un agradable olor a sándalo en el ambiente.
-Cierra la puerta, exclamó de forma decidida la misteriosa chica.
El joven obedeció, más tranquilo e incluso algo altivo, se atrevió a decirle: "Bueno rubia, ¿Cómo te llamas?" Ella se volvió rápidamente y aprovechando el impulso del giro, le propinó un certero tajo en el cuello, con un pequeño estilete color azabache. El joven, absorto, se llevó la mano derecha al cuello. La sangre salpicó toda la estancia, dejando un rastro ascendente y de aspecto untuoso. Ella le puso de rodillas. Los ojos del joven, desorbitados, se apagaron poco a poco, como un pabilo ya carbonizado. La joven depredadora se acercó, con asco, a su cuello y succionó la sangre que emanaba del corte. Acabó su festín en pocos minutos. Dejó el cadáver el joven tirado en el suelo, y mientras se dirigía a sus aposentos cantorreando "Mucha mucha policía" dijo: Joder, no me gusta cenar tan tarde...
El joven obedeció, más tranquilo e incluso algo altivo, se atrevió a decirle: "Bueno rubia, ¿Cómo te llamas?" Ella se volvió rápidamente y aprovechando el impulso del giro, le propinó un certero tajo en el cuello, con un pequeño estilete color azabache. El joven, absorto, se llevó la mano derecha al cuello. La sangre salpicó toda la estancia, dejando un rastro ascendente y de aspecto untuoso. Ella le puso de rodillas. Los ojos del joven, desorbitados, se apagaron poco a poco, como un pabilo ya carbonizado. La joven depredadora se acercó, con asco, a su cuello y succionó la sangre que emanaba del corte. Acabó su festín en pocos minutos. Dejó el cadáver el joven tirado en el suelo, y mientras se dirigía a sus aposentos cantorreando "Mucha mucha policía" dijo: Joder, no me gusta cenar tan tarde...
Pepe Desastre.
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