La llamada


La localidad no tendría más de doscientos habitantes. Estaba encuadrada en un rincón de Sierra Morena, entre encinas, jaras y lobos. 

Se bajó del coche y comenzó a caminar. La mañana estaba fría, cuatro grados en el Sur de España no era una temperatura desdeñable. Una neblina que empapaba hasta los huesos había tomado la pequeña población, haciendo imposible ver a más de dos palmos. Se topó con la pequeña iglesia de la localidad, "Parroquia de San Mateo, Siglo XV", pudo leer en un destartalado cartel. Era robusta, pesada, solo pudo localizar dos pequeños ventanucos circulares con una cruz de piedra en medio de cada uno de ellos...si Dios estaba dentro, no podría salir.. pensó. Le llamó la atención la Torre del campanario, coronada por un nido vacío de cigüeña, vacío... así es justo como se encontraba él desde hacía meses. Se cruzó con una señora que guardaba luto, intentó preguntarle por una cafetería, pero la señora se limitó a mirarlo fugazmente y no artículó palabra alguna. 

Tras unos minutos de intranquilo, por helador, paseo, vio una vieja cabina de teléfonos, sonrió levemente y se acercó hasta ella, hacía décadas que no veía ninguna. Cuando estaba llegando, el teléfono comenzó a sonar. Se paró en seco y miró hacia los lados...no había nadie... dudó unos segundos y finalmente se decidió a cogerlo, contestando un tímido "Dígame". La línea tenía un extraño y desagradable ruido de fondo, pero sobre él, pudo oír con claridad, "Cariño, estoy bien, no te preocupes, estoy bien" . Comenzó a temblarle todo el cuerpo y unas lágrimas contenidas durante meses, corrían ya, libres, por su mejilla..."Celia, mi amor" dijo con voz entrecortada, ¿Eres tú?, ¿Cómo es posible? Te echo tanto de menos, ¿Pero dónde estás?, No entiendo nada..."

...Estaba a punto de perder la conciencia, las piernas le flaqueaban y un zumbido ensordecedor se paseaba a sus anchas por su cabeza..."...Cementerio,,,,cariño...ven..." fueron las ultimas palabras que pudo oir antes de que la línea se cortara. Intentó ver el número entrante, el número del que se había realizado la llamada, pero el teléfono de la cabina, no funcionaba.

En el viaje de regreso a su casa, cuando fue capaz de controlar sus lágrimas y su desesperación, comenzó a pensar sobre lo que le había dicho Celia. Cementerio...ven...también le había dicho  que estaba bien, ¿Pero Dónde se encontraba?.

Celia había fallecido dos años atras. Por extraño que pareciera, no recordaba los detalles del desgraciado hecho. Ni los últimos días en el hospital, ni la gente que asistió al funeral...nada de nada. Si recordaba su tumba, su tumba y la horripilante sensación claustrofóbica que le invadió, cuando el sepulturero selló la lápida. Lo recordaba de forma extraña, como en tercera persona, como si de una dramática escena de cine se tratara. Según había podido saber, era algo habitual. La mente oculta, hasta que sea necesario, las circunstancias que sean extremadamente dolorosas y puedan poner en peligro la propia existencia.

Pasó casi una hora bajo el agua hirviendo de la ducha. Casi no apreciaba el calor, estaba demasiado ensimismado en sus pensamientos, ¿Por qué querría Celia que fuera al cementerio?

No podía esperar al día siguiente, Celia le necesitaba. Al llegar al Cementerio, tuvo la sensación de que habían pasado décadas. La mayoría de las lápidas estaban deterioradas, sucias...la gente no respetaba ya ni siquiera a los muertos. Allí estaba la tumba. El eterno descanso de su amada Celia. No pudo contener las lágrimas. Unas flores secas en un pequeño soporte metálico. Es lo único que había. El polvo tapaba el nombre de su querida esposa. Un sentimiento de furia recorrió por unos instantes su cuerpo, recordaba haber pagado una generosa cantidad al sepulturero para que mantuviera limpio el sepulcro. Sacó su mano del bolsillo y la pasó por el mármol, para descubrir el nombre. Sintió el frío de la piedra, pero no fue un frío desagradable, fue un frío acogedor. Cuando pudo leer el nombre, se quedó atónito...su cuerpo comenzó a desvanecerse. Por primera vez mucho tiempo, sintió calor, sintió paz...y recordó todo lo que la mente le había ocultado...el nombre que había escrito en la lápida, no era el de Celia...era el suyo...



Texto y fotografía Pepe Desastre. Todos los derechos reservados.

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