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Mostrando entradas de diciembre, 2018

Cementerio General del Norte

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Nunca he sido persona piadosa. No he frecuentado templos, ni oficios religiosos y por supuesto, nunca he tenido un director espiritual, un confesor, o algo que se le pueda asemejar. Lejos de esto, mi vida se ha desarrollado en lupanares, timbas, cantinas y lugares de mal vivir. No es que sienta especial orgullo de mis andanzas y correrías, y no explico esto por  despecho o cinismo, es una mera descripción, ajustada a la realidad, de lo que ha sido mi paso por este mundo, o de lo que había sido mi paso por este mundo, hasta que me sucedió lo me dispongo a contaros. Fue una noche de diciembre. Uno de mis más fieles compañeros de enredos, que por reserva no revelaré, y yo, perdimos una nada desdeñable cantidad de cuartos a los naipes. Para pasar el trago y entrar en calor, decidimos visitar una mancebía de la que éramos parroquianos. Dorianne, la madame, siempre nos trataba como a auténticos reyes.  Tomamos asiento en una de las mesas del fondo, alejados del jolgorio del escenari

El Condenado

Cuando más cerca de la muerte estoy, pues son escasas las horas que restan para entregarme al cadalso, más vivo me siento.  En estas, mis últimas horas, no añoro las posesiones que atesoré, ni las monedas de oro, ni los ropajes pomposos, siquiera las obras de arte que he logrado reunir. He recordado mi infancia. Hacía muchos años que no lo hacía. Fue una infancia feliz, muy feliz. He recordado vivencias que creía enterradas. Abrazos de mi madre, jornadas de caza con mi padre, juegos con mis hermanos...incluso he recordado la primera vez que me enamoré. El amor, el amor creo que ha sido lo más satisfactorio de mi existencia.  La primera chica de la que me enamoré, consiguió, sin saberlo, sin tocarme, sin hablarme, sin mirarme, hacerme el hombre más feliz de la tierra. Por unos segundos, he sentido esa emoción recorrer todo mi cuerpo. Sentimiento inefable. Puede que el cielo, el paraíso, sea algo parecido.  También he rezado, con un fervor desconocido para mi, y tengo el convenc

UFO

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Esa tarde tampoco tenía ganas de correr, bueno trotar, ya me entendéis. Aún así activé el modo "zombie", me cambié, me monté en el coche y me desplacé a mi lugar favorito.  Seleccioné en la plataforma iVoox uno de mis programas de cabecera y sin más pretensión que sudar y despejarme, me puse en movimiento. Llevaría, no sé, diez minutos escasos, cuando ví la luz en el cielo. Sin detenerme (primera regla de oro para los flojos, no parar jamás hasta el final) seguí su recorrido, cada vez más asombrado. "¿Jooodeeeer, qué es eso?" Lo que al principio era una luz, se transformó en una bola de fuego. En unos segundos, un zumbido metálico. Lo que fuera que fuese, cayó a unos trescientos metros de mí. Con la inconsciencia que me caracteriza, elevé un poco el ritmo (Poco, no más de seis minutos el kilómetro) y me dirigí hacia el ovni.  No es que no tuviera miedo, era pura temeridad...calculo que mediría unos cincuenta centímetros de radio. Era, como se llama eso...ah sí,

La llamada

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La localidad no tendría más de doscientos habitantes. Estaba encuadrada en un rincón de Sierra Morena, entre encinas, jaras y lobos.  Se bajó del coche y comenzó a caminar. La mañana estaba fría, cuatro grados en el Sur de España no era una temperatura desdeñable. Una neblina que empapaba hasta los huesos había tomado la pequeña población, haciendo imposible ver a más de dos palmos. Se topó con la pequeña iglesia de la localidad, "Parroquia de San Mateo, Siglo XV", pudo leer e n un destartalado cartel. Era robusta, pesada, solo pudo localizar dos pequeños ventanucos circulares con una cruz de piedra en medio de cada uno de ellos...si Dios estaba dentro, no podría salir.. pensó. Le llamó la atención la Torre del campanario, coronada por un nido vacío de cigüeña, vacío... así es justo como se encontraba él desde hacía meses. Se cruzó con una señora que guardaba luto, intentó preguntarle por una cafetería, pero la señora se limitó a mirarlo fugazmente y no artículó palabr