Cuando estás roja traes calavera...
Le gustaba pasear de madrugada, en soledad.La luna mostraba un bello color rojo. Cuando entró en la calle de la Piedra Escrita, escuchó el gimoteo de una niña. Provenía de la vieja casa abandonada.
Otra vez... Era un llanto infantil, no cabía la menor duda. Empujó la puerta. El quejido provenía de la planta de arriba. Con dificultad, pues era escasa la luz, solo la proveniente del exterior que entraba por las sucias ventanas, subió los escalones.
La planta superior contaba con un extenso pasillo. De nuevo oyó los gimoteos. Al fondo del pasillo, la última habitación de la izquierda. Tenía que ser allí, incluso salía un tenue resplandor.
Avanzó hasta la habitación. Desde el umbral de la puerta, pudo ver a una niña, de unos cinco años, sentada junto a la ventana, de espaldas a él. Llevaba un camisón blanco y peinaba una vieja muñeca. ¿Qué haces aquí sola chiquilla?. La niña parecía no escucharle. Canturreaba una canción: "Luna lunera, cascabelera, cuando estás roja, traes calavera...", -Niña-, exclamó nuevamente. Pudo ver como salia vaho de su boca, la habitación estaba sensiblemente más fría que el resto de la casa, y olía a azufre. La niña se levantó, con la muñeca en la mano izquierda.
Se giró. El hombre, el paseante, se quedó estupefacto. La pequeña tenía unos grandes ojos negros. Una cicatriz cruzaba, de forma transversal, su cara. Sonrió...sus dientes eran afilados como cuchillas. Tiró la muñeca al suelo, y con velocidad sobre humana corrió hacia él. Presa del pánico, el hombre corrió escaleras abajo. Notó como la niña, o lo que fuera, casi le alcanza, tirándole fuertemente del abrigo. Salió de la casa, y no dejó de correr hasta pasado el río. Esta historia, nunca la contó, no hasta su vejez. Nunca olvidó la cancioncilla...cuando estás roja, traes calavera... Y nunca, pero nunca nunca, volvió a salir a pasear las noches de luna roja...
|
Comentarios
Publicar un comentario