La maleta
El traqueteo del
tren le fascinaba. Cuando imaginaba el cielo, su cielo, siempre lo hacía como
un eterno viaje en tren, visitando parajes exóticos, dialogando con gente
interesante en cada trayecto y dando buena cuenta de sencillas y
deliciosas viandas, acompañadas incontestablemente de cerveza, fría y con
cuerpo. No era, por decirlo de alguna manera, amante del vino. Pensaba que era
un invento Romano y él estaba orgulloso de sus ancestros celtíberos... Cuestión
de principios, nada más.
El revisor del
tren le devolvió a la realidad. Mostró su billete y su mirada, apacible y azul
a partes iguales, se posó sobre su maleta. Sonrió. Recordó a su tío Sinforoso,
singular e ilustre personaje, que hizo siempre honor a su nombre de origen
griego. Era todo un Dandi, cosa que él nunca sería, se recordó así mismo. Tío
Sinfo era muy alto para su época, superaba el 1,85 cm de altura. Iba siempre
impecable y su trato era exquisito. Fue militar y sirvió a España en África, en
el Sáhara. Le encantaba escuchar sus historias, de cómo se mimetizaban bajo la
arena, respirando con pequeños trozos de caña, al más puro estilo ninja, o de
como cazaban avestruces cuando el hambre apretaba y las provisiones escaseaban.
Según contaba, rebajaban la viscosidad de los huevos de avestruz con leche, y
preparaban deliciosas y nutritivas tortillas. Algún día tendría que probarlas.
Cerró los ojos
durante unos segundos y respiró hondo, centrándose nuevamente en el traqueteo
del tren. Le vino a la memoria las publicaciones que tío Sinfo solía leer antes
de dormir. "Mundo de los desconocido". A él también le encantaba
leerlas y releerlas. Eran de tapa blanda, oscura, azul marino creía recordar...
¿O era negro? Bueno, poco importaba eso. Tenían tamaño cuartilla, pero el
verdadero tesoro estaba en su interior. Las líneas de Nazca, las piedras de
Ica, las calaveras de cristal, las pirámides, la isla de Pascua...Apasionantes
misterios de la humanidad, que habían influido en su forma de ver el mundo, eso
era indudable.
El tren comenzó
a frenar de forma paulatina. Miró la hora en su pulsera de actividad, la
puntualidad del tren era exquisita, casi tanto como su traqueteo. Mientras
cogía la maleta, un pensamiento le asaltó, ¿Por qué le habían venido esas
historias a la mente? Su experiencia le decía que la reunión que iba a mantener
en unas horas tendría alguna vinculación con las mismas.
El teléfono
móvil comenzó a vibrar. Miró la pantalla, era el cliente. Cambiaba el lugar de
reunión, no quería que nadie le viera reunido con un Detective Privado en su
empresa. Colgó la llamada y pensó: "Este tío es gilipollas, ¿Pensara que
llevo un cartel en la espalda?”
Continuara...?
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