Frío rojo

La noche estaba jodidamente fría. En el interior del coche me sentía protegido, era como mi segundo hogar, bueno, como mi primer hogar.

Dieciocho años dedicando mi vida a las miserias humanas. Casi dos décadas realizado el trabajo más apasionante y desagradecido que conocía, el de Detective Privado.

El camino, por llamarlo de alguna forma, estaba en unas condiciones deplorables. Casi dos kilómetros, tortuosos kilómetros, ya. Había sido contratado por un fondo de inversión para comprobar el estado de más de trescientas propiedades de todo tipo: Residenciales, locales comerciales, naves industriales...Y solo tenía dos semanas para hacerlo.

Las dos de la mañana, "Esta será la última de hoy" me dije a mí mismo. Se trataba de un "Complejo industrial" según rezaba en el listado pasado por el cliente.  Complejo industrial...Podía ser cualquier cosa, o no ser nada. Cuando grandes corporaciones compran "paquetes inmobiliarios" suelen aparecer algunas referencias que sencillamente, no existen, ni han existido jamás, solo en los planos iniciales de algún proyecto.

Desde fuera parecía una nave industrial vieja y desatendida. Me bajé del coche. Miré la hermosa Luna roja, esa luna a la que viejas y nuevas gentes le atribuyen una halo maligno, nefasto, un mal "bajío"... El frío aire polar cruzó mi cara... “joder que frío”. Encendí la linterna y me acerqué a la verja exterior. Estaba abierta. Tenía que entrar, debía hacer un informe reflejando el estado de la propiedad y hacer algunas fotografías. Pura rutina.

La parte exterior de la nave estaba repleta de basura, y una vegetación incontrolada pretendía hacerse, por aburrimiento, con la propiedad. Las ventanas tenían los cristales destrozados, dando poco margen a la imaginación para saber cómo se encontraría el interior.

Accedí al interior por una oquedad en la parte trasera, no existían llaves ni nada por el estilo.

Un olor repugnante penetró hasta lo más profundo de mi ser. No sabría describirlo, era nuevo para mí.

Hice un barrido con la linterna..."joder, pero ¿Qué mierda es esta?" Manchas de sangre en el suelo, con unas huellas de calzado perfectamente definidas.

La cosa se estaba poniendo fea, me puse en alerta...En medio de ninguna parte, a las dos de la madrugada y en plena ola de frío... Tenía que dejar este puto trabajo…

Caminé tras las huellas ensangrentadas. Se me erizó el cabello, y sí, sentí el miedo apoderarse de mi cuerpo, desde los pies hasta la cabeza.

El tipo estaba sentado en una silla, o lo que quedaba de ella, apoyando su enorme espalda en la pared. Llevaba unas botas de agua blancas y un mandil, igualmente blanco, repleto de salpicaduras rojas. El frío se hizo más intenso. Sus fornidos brazos colgaban como inertes. En la mano derecha portaba un extraño cuchillo, una especie de cuchillo rectangular, parecido a un hacha. En el brazo izquierdo se podía ver un enorme tatuaje de la estrella de David. La cara la tenía tapada con una mascarilla color vainilla.

Me miró fijamente, pero sin inmutarse. Sus ojos eran grandes y oscuros. Ojos de vaca, ese sería un gran alias para este gigante. Se levantó y comenzó a andar hacia mí. Intenté correr (lo reconozco) pero mis piernas no estaban en disposición de obedecer orden alguna.

El Gigante, Ojos de vaca, caminaba con torpeza. Era patizambo el muy hijo de puta. Levantó el cuchillo. Yo estaba aterrado, el no ver su cara, aumentaba aún más el sentimiento de pavor que ardía en mi interior.

Sin mediar palabra, Ojos de vaca se lanzó hacia mí, blandiendo el cuchillo a izquierda y derecha. Lo pude esquivar, la diferencia considerable de altura entre él y yo me benefició. Sin saber cómo, me encontré tras él e instintivamente le propiné un fuerte envite. Cayó al suelo, como una mole de mármol. Un ruido fuerte y seco sonó a la par. Ojos de vaca se quedó inerte. Un charco de sangre comenzó a expandirse por debajo de él...

Me temblaba todo el cuerpo. Intenté realizar una llamada al 1 1 2, pero mis manos no respondían....

Salí a la puerta de la nave y a duras penas, encendí un cigarrillo, que me fumé entre temblor y temblor...El frío era devastador. Miré con ira hacia la Luna roja, maldita hija de puta. Comenzaron a agolparse en mi cabeza las imágenes de la sangre, de Ojos de Vaca, del extraño cuchillo...Del frío y del color rojo, del frío rojo...

Fotografía: Gema Benito Texto: Pepe Desastre. Todos los derechos reservados.

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