Claudia nunca desayuna
Claudia nunca desayuna. Eso es una
realidad, o al menos, yo la he visto desayunar muy pocas veces. Quizá desayuné un café
solo largo y una tostada de pan integral con aceite de oliva, quizá un café con
leche sin lactosa, o quizá unas rodajas de piña...Me preocupa. Me preocupa,
pero no solo por su salud, la verdad. Me preocupa porque me encantaría poder
desayunar todos los días con ella. Egoísta, vale, pero es la verdad.
¿Que cómo es Claudia? Bueno, podemos
resumirlo en que es una mujer preciosa. Delgada, pero con curvas. Y con fuerza,
con empuje. A veces quizá demasiado. ¿Carácter? No, no va de eso esta historia.
Ya contaremos cosas sobre su carácter en otra…
Me encanta verla desnuda. Me encanta
besarla y acariciarla. Y otra cosa que me encanta es darle bocaditos en las
caderas, en la cintura y en la parte baja de la espalda. Ella se resiste, se
revuelve, dice que le produce cosquillas...una vez incluso me propinó un codazo
que estuvo a un plis de sacarme el
ojo. Cosas de Claudia, pero a mí me encanta. Besarla es todo un lujo. Claudia
no regala sus besos, y tengo que reconocer que soy un hombre afortunado. Cosas
de la vida, no estoy a su altura ni física, ni moral, ni espiritual, ni
mentalmente. En fin, algo tendré, o puede que no, que solo sea que Claudia tiene
mal gusto...
El problema es que todos los días, cuando
me levanto, Claudia no está en la cama. En esos momentos me pongo un poco
triste, por no tenerla junto a mí, pero esa tristeza es efímera. A poco que
reflexiono sobre la cuestión, sonrío, me siento afortunado. Al fin y al cabo,
de alguna manera, Claudia me ha elegido, y es que, aunque Claudia nunca
desayuna, yo la amo. Así es el amor, o así es mi amor...
Fotografía: Gema Benito Texto: Pepe Desastre. Todos los derechos reservados. |
Comentarios
Publicar un comentario