Hoy es uno de mayo de 1962. Estoy decidido. Sé que me tacharán de loco, de perturbado, de asesino. Francamente, me da igual. He luchado mucho, desde pequeño. Recuerdo mi infancia, en Granada. Fue una infancia normal, ahora empezarán a inventar cosas, pero como he dicho, me da igual. Tengo cuarenta y ocho años, y vivo en el número tres de la calle Antonio Grilo, Madrid. Tercera planta, puerta D. Ahora mismo, mientras escribo estas líneas, desde la ventana veo un hermoso, y doloroso, mural, dibujado en una de las paredes que hay frente a esta casa. Llevo toda la vida trabajando. Soy sastre. La vista ya me falla, y las manos también. Tengo cinco preciosos hijos, y una amantísima mujer. Estoy decidido a hacerlo hoy. ¿Qué si los quiero? Por supuesto, no soy un monstruo. Es más, lo que voy a hacer, lo voy a hacer estrictamente por amor. Dios lo sabe, y no me lo tendrá en cuenta. Todos duermen. Mejor así. Me dirijo a la cocina. Hoy no me apetece tomar café. Cojo uno de mis mejor