Frío

No todo el mundo tiene la posibilidad de conocer el frío en esta vida. Me refiero al frío de verdad. Ese frío que se nota desde el interior del cuerpo, porque sale del alma, hacia el exterior. 

El frío físico es más llevadero que el frío del alma, aunque a veces el frío físico sea muy duro. Recuerdo, por ejemplo, el frío que he sentido viajando en motocicleta de madrugada. Es un frío muy severo. Un frío que se cala en los huesos, un frío que te hace sentir cada kilómetro. Un frío que engarrota cada uno de tus músculos, de tus tendones, pero es un frío físico al fin y al cabo.

El frío del alma es distinto. No todos los sentimos, solo unos pocos. No sé si definir a estas personas como afortunadas o como desdichadas, pues un poco de cada una de estas cosas tienen.

El frío del alma no se elimina, no en esta vida. Se puede calmar, eso sí. Se calma, por ejemplo, con el arte. Se calma escribiendo. Se calma pintando. Se calma tocando algún instrumento. Se calma fotografiando. Se calma, solo eso, pero persiste en tu interior.

También, este frío, este sentimiento de tener el corazón helado, se puede calmar con un abrazo. Si ese abrazo es a un ser querido, calmará durante más tiempo, pero cualquier abrazo a un cuerpo que cuente con corazón, con alma, sirve. Abrazar un perro, por ejemplo, también calmaría ese frío durante unos segundos.

¿Qué a qué viene esto? Muy sencillo. No ha sido idea mía. Todos los que me conocéis sabéis que no hubiera reparado en estos detalles del espíritu. Ha sido cosa de un espectro con el que me topé una de estas madrugadas que me desvelo.

Era un espectro muy amable, y muy interesante. Él me puso al día en este tema del frío. Era el espectro de un joven que sintió, durante mucho tiempo, ese temible frío del alma, o del ánima, como le gusta decir a él.

No me quiso decir si sentía ese frío ahora. Solo me contó, para que a su vez yo lo contara, la forma tan estúpida que tuvo de quitarse ese frío.

No acudió al arte. Tampoco acudió a uno de esos abrazos referidos, no. Acudió al alcohol. Cuando bebía, su frío interior se mitigaba, pero luego regresaba con más fuerza. Ese frío, llegó a ser tan fuerte, que le hizo encerrarse en el baño de su casa, llenar su bañera, sumergirse en ella y sí...Se cortó las venas. Me dijo que recordaba como el agua comenzó a teñirse de rojo. De forma paulatina, su sangre, se entre mezcló con el agua, formando unas formas bellísimas, inefables. Mientras su sangre se trasvasaba de su cuerpo a la bañera, el frío se calmó. Pero fue algo temporal, para nada definitivo.

El espectro me contó, que ahora le tocaba lidiar con ese frío de otra forma. Con otras herramientas distintas que no iba a entender. También me dijo que no se me ocurriera buscar consuelo, para el frío del alma digo, en el alcohol, y mucho menos en el suicidio. Me dijo, que ese frío del alma tiene su función, y que hay que pasarlo, que no se puede uir de él.

Fue interesante la conversación, la verdad. En fin, os voy a dejar, estoy empezando a sentir un poco de frío...Felices madrugadas...


Fotografía: Gema Benito Texto: Pepe Desastre. Todos los derechos reservados.

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