Et Lucifer Magni
Peter era un apasionado de la arqueología.
No le venía de familia, de hecho, era el primero, pero había crecido en pleno
apogeo de la saga de Indiana Jones, y realmente eso le marcó.
Estaba muy lejos de ser un
aventurero. Odiaba cualquier actividad física y lo más arriesgado que había
hecho en su vida había sido estar 16 horas jugando a un videojuego.
Cuando llegó a la universidad
se decepcionó un poco. La realidad tenía poco que ver con la atractiva ficción
de las superproducciones norte americanas. Aún así, se fue maravillando poco a
poco del encanto de la arqueología real.
Acabó la carrera de forma
brillante. Carecía de experiencia en campo, solo había asistido a un par de
excavaciones es España, en el Valle del Guadalquivir, pero había sido una
especie de campamento para jóvenes frikis. Solo se trajo un dolor de espalda
bastante fuerte y una serie de imágenes guardadas en su retina, que iría “utilizando”
gradualmente en sus ratos de ocio, de las bellas mujeres cordobesas, que
obviamente lo habían ignorado. Un gordito arqueólogo en ciernes no era muy
atractivo para estas bellas féminas de fama mundial.
Cuando volvió a Derby lo hizo
nuevamente decepcionado, sobre todo por lo incierto de su futuro inmediato.
Pidió una pizza familiar a
Pizzahut, su segunda pasión. Dio buena cuenta de ella, añadió medio litro de
helado de frambuesa y salió a pasear. Había decidido perder peso.
Visitó una pequeña cafetería
italiana, con la única finalidad de vampirizar su señal de Wifi. Pidió un café
americano, gran paradoja, si. Había leído en algún sitio que era bueno para
adelgazar. Mientras saboreaba su café americano, si es que es susceptible de
ser saboreado, prendió su iPad. Buscó en Google "se necesita
arqueólogo". Pasó las primeras entradas, que como siempre no tenían nada
que ver con la arqueología y se detuvo en una que le llamó poderosamente la
atención. "Urgente. Se necesita
graduado en arqueología, que este en forma, para expedición en Croacia. Dos
semanas. Mil doscientas libras. Gastos de viaje y manutención subvencionados en
su totalidad".
Peter se quedó ojiplático. Mil doscientos
libras y un apasionante viaje a Croacia. Cumplimentó la solicitud. Antes de
presionar en "enviar" observó su oronda barriga. "Qué
demonios" exclamó, "no seré yo el que me autoexcluya".
Acabó el café y se dispuso a
caminar hasta su casa. Su smartphone empezó a emitir la banda sonora de Indiana
Jones. "Número desconocido".
-¿Dígame?.. si... si... exacto...
Por la universidad de Nothingan... si... por supuesto, mañana a las 12:00.
Hasta mañana...Y gracias!
Era increíble. Había sido
seleccionado!!! Debía estar mañana a las doce horas en Londres, de allí
volarían a Croacia!!! Aceleró el paso, tenía que ir de compras, no quería que
pensaran que no era un auténtico arqueólogo...
A las ocho de la mañana se montó en el bus
para Londres. Varios pasajeros lo miraron extrañados. Casaca verde oliva,
pantalón caqui multibolsillos, botas de caña... quizás se había pasado... se
quitó el sombrero y lo metió como pudo en la mochila.
Cuando llegó a la estación, se
volvió a quedar por segunda vez ojiplático en dos días. Un extraño grupo
portaba un cartel en el que se podía leer "Peter arqueólogo". Estaba
formado por dos siniestros tipos, sin duda de algún país del este, que tenían
tatuajes hasta en el cuello. No medirían menos de 1,90 cm. Junto a ellos, un
señor de unos sesenta años y porte distinguido. Una especie de aristócrata o
algo así.
Cuando se acercó, ellos se
quedaron a su vez sorprendidos. Los fornidos señores del Este hablaron entre
ellos y con el aristócrata. Parecían enfadados. "Es lo que hay, no
perdamos tiempo". Fue lo único que pudo oír, de labios del señor mayor.
Ni siquiera le dieron la mano.
Caminaron con rapidez hasta un taxi que les estaba esperando y partieron hacia
el aeropuerto.
“Eduard Dawson”, se presentó el
señor de porte distinguido a Peter. "Es un placer contar con sus
servicios, Peter". Este se quedó sin saber que responder, contestando un
sencillo "gracias".
El Sr. Dawson le entregó una especie de
libreto y le indicó que lo leyera. Contenía una explicación pormenorizada de la
expedición que iba a emprender.
Viajarían nada más y nada menos que a
Plitvice Lakes, conocido como el "Parque del demonio". Contaba la
leyenda que había sido creado por el demonio. Lejos de lo que se podía esperar,
era un sitio paradisíaco. Peter había visto recientemente, las casualidades no
existen, un reportaje de corte sensacionalista emitido por uno de sus canales
televisivos preferido, el canal Historia.
Ahora empezaba a entender
porqué buscaban un arqueólogo que estuviera en forma. Buena parte del
desarrollo de la expedición se desarrollaría bajo el agua, en inmersión...
jamás había buceado, es más, ignoraba si existirían trajes adecuados para su
tallaje. Se sorprendió rezando un padre nuestro...No rezaba desde hacía años,
exactamente desde que tuvo el examen de la asignatura Arqueología y Geoquímica,
su talón de Aquiles en la carrera.
El Sr. Dawson interrumpió sus
pensamientos. "Peter, tranquilo. Estos chicos te darán un curso acelerado
de buceo, son exmilitares rusos, están muy preparados". Peter asintió, más
intranquilo aún. Se dirigía a Croacia con dos exmilitares rusos y un tipo con
pinta de Lord... ¿Qué estarían buscando que requería la presencia de dos
hombres de guerra?
El viaje de avión se le hizo corto. Leyó y
releyó el libreto varias veces. Quizás no estaba preparado para la guerra.
Puede que no supiera pelear o bucear, pero si sabía leer. Es más, leer era lo
suyo. Tenía una inteligencia superior a la media y lo sabía muy bien.
Llegó a la habitación del hotel muy
cansado. El estrés y las "sorpresas" que había descubierto en el
libreto, eran sin duda los culpables. El hotel podía considerarse un
establecimiento de lujo. Se dio una ducha rápida y se acostó. La alarma le
despertaría a las siete de la mañana...
Apagó como pudo la alarma, le costaba
trabajo despertarse. Miró con desconfianza la habitación, tardó unos segundos
en darse cuenta donde estaba y que iba a hacer. No estaba muy convencido de que
hubiera sido buena idea. Como un autómata, se aseó y se vistió. Antes de abrir
la puerta de la habitación se miró al espejo. Se sonrió y se dijo “¿Por qué no?”.
Los dos tipos rusos y el Lord le esperaban
hacía exactamente seis minutos. El Sr. Dawson le miró molesto y le dijo: “Buenos
días Peter, se ve que la puntualidad no es una de tus virtudes, seguro que la
suples con otras de más utilidad”.
Se trasladaron en un moderno Land Rover al
Parque del Demonio. Remolcaban una lancha mediana, como las utilizadas por los
narcotraficantes. Cuando llegaron, uno de los ex militares lo cogió por el
hombro. Le indicó que se desvistiera y le entregó un traje de inmersión. La voz
del Sr. Dawson se oyó en el fondo: “No Peter, si no es necesario no tocarás el
agua, Utilizaremos una potente cámara”.
A los pocos minutos se encontraban todos
embarcados. La barca estaba provista de un escáner y otros instrumentos que no
había visto nunca. El objetivo era tan simple como complejo. Localizar algo que
no debiera estar en el fondo del lago. Algún objeto que estuviera fuera de
contexto. Esa era la misión principal de Peter. No le resultaría difícil,
conocía las civilizaciones que desde antaño habían habitado la zona y los
objetos, si es que localizaban alguno, que era normal localizar en punto
geográfico.
Los rusos comenzaron la actividad subacuática.
Cada uno de ellos portaba una cámara que trasmitía la imagen a un monitor
situado en la embarcación. Peter estaba cómodo. Estaba encantado, de hecho.
Limpió sus gafas y comenzó a visionar la imagen de las dos cámaras. En el fondo
del lago la luz era escasa, pero con las potentes luces que incorporaban las
cámaras y la relativa claridad del agua, la visión del lecho era aceptable.
Las horas transcurrían sin novedad. Peter
se encontraba freso, estaba acostumbrado a pasarse las horas muertas delante de
la televisión. “¡Un momento!” Exclamó Peter, con una sonrisa que casi le daba
la vuelta a su cabeza. “¡Sr. Dawson, la cámara uno, que retroceda un metro!”.
El Sr. Dawson accionó el intercomunicador en un idioma que parecía ruso. La
cámara uno retrocedió. Allí estaba. Peter lo veía claramente, no así el Sr.
Dawson que escudriñaba la pantalla del monitor de forma nerviosa. “¿Lo ha visto
ya, Dawson? Peter estaba pletórico. No sabía si era lo que buscaban, pero era
un objeto realizado por el hombre, no había duda. Lo señaló en el monitor. Una
pequeña forma semicircular con una serie de esperas colocadas en paralelo.
Parecía estar hecho de piedra. El Sr. Dawson sonrió por fin. Dio las instrucciones
precisas al portador de la cámara. Poco a poco, fue extrayendo el objeto… Peter
no pudo evitar reír a carcajadas…”jajajaja, está claro que este objeto no está
donde debería, es una reproducción de la Dama de Elche”.
“Peter, es usted un gran profesional”, le
dijo el Sr. Dawson, mientras le estrechaba la mano con entusiasmo.
La habitación de Eduard Dawson era casi el
triple de grande que la suya. Peter se quedó sorprendido con la cantidad de
artefactos electrónicos que contenía. Sin duda era un científico o algo
parecido, aparte de tener una buena cartera. La estatua de la Dama de Elche era
una fiel reproducción a escala. Tenía treinta y tres centímetros de alto,
contra los casi sesenta de la original. Estaba realizada en un material
parecido al yeso. No cabía duda de que se encontraban ante un objeto moderno,
no tendría más de treinta años a lo sumo. El deterioro del objeto, para estar
debajo del agua, era mínimo, lo que indicaba, junto a su nivel de
enterramiento, que no llevaba más de diez años sumergida en el lago.
Peter se encargó de realizar una ficha
completa del busto: Medidas, peso, descripción pormenorizada, fotografías,
ubicación, inspección ocular pormenorizada…cuando finalizó, Eduard utilizó uno
de los aparatos con los que contaba. Era una cámara que incorporaba un pequeño
emisor de rayos “X”. Las imágenes eran analizadas por un software específico
instalado en un equipo informático. La sorpresa no tardó en llegar. En la base
del busto apareció una oquedad de unos diez centímetros de largo, cinco de
ancho y cinco de alto. A Peter no le llamó la atención en exceso, pero el
Eduard Dawson suspiró aliviado. Tumbó la figura. Marcó con un lápiz el centro
de la oquedad y comenzó a golpearla con un pequeño martillo de geología. No soportó
más de cuatro golpes. La base de la figura comenzó a desquebrajarse. Con los
dedos acabó de abrir la oquedad. Allí estaba. Lo que andaba buscando. Y en un
día, lo habían localizado en un solo día. Extrajo una pequeña caja de plástico negro.
Abrió la pequeña tapa lateral con la que contaba y salió un documento
perfectamente doblado. Era un pliego de papel de aparente gran calidad, color
hueso, un gramaje superior a los cien gramos a juzgar por su excelente carteo.
Con las manos temblorosas, el Sr. Dawson desdobló el papel y comenzó a leer:
»La muerte y
vida, ¿cuánto mejor fuera »Que de una sola vez nos destruyera:?» -«Sea cual
fuere», le replica osado El infernal caudillo, «nuestra suerte, »más o menos
cruel, sólo una fuerte »Resolución, un ánimo invencible »Harán que sea menos
desgraciado »Nuestro destino, no una vil flaqueza. »Hasta ahora ignoro su
naturaleza; »Pero cualquier que fuere, es imposible, »Lo sabes Como yo, que en
adelante »Tu corazón y el mío gozar puedan…
La cara del Sr. Dawson se iluminó, mientras verbalizaba “Milton, John Milton.”. Peter, con un gesto de incredulidad, balbuceó para sí “Paraíso Perdido”…
Continuará…
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