Hanzo: Rin

Hanzo era un pura sangre. Dentro de la organización, se denominaban así a los que habían sido criados bajo el amparo de esta. No se conoce el número exacto de puras sangres, como tampoco se conoce el número total de miembros de la organización. Su especial estructura, heredada directamente de los antiguos Shinobi, también conocidos como ninjas, era la más perfecta organización criminal que ningún ser humano ha conseguido constituir hasta la fecha.

Su finalidad era simple. Eran mercenarios, sin más. Mataban, extorsionaban, obtenían información, robaban, se infiltraban en instituciones, organizaciones...su cliente era el mejor postor. Desde la Iglesia Católica hasta Clubs de Fútbol, pasando por Gobiernos y Multinacionales. 

Hanzo fue arrancado de su familia biológica con tan solo dos años. Fue criado por una familia de la organización en una zona indeterminada de los pirineos italianos. Creció con ausencia total de cariño y mano de hierro. La finalidad estaba clara: Ausencia total de empatía y obediencia ciega.

Fue entrenado en el arte del combate: Ninjitsu, Sambo, Brazilian Jiu Jitsu, Muay Thai.. así como en técnicas de guerrilla: Gotompo japones, Golpes de Mano occidentales...

Con doce años, siendo ya un arma letal carente de alma, recibió su primer bautismo en la organización. El padre de la familia en la que se había mal criado, lo violó y le propino una severa paliza, abandonándolo en el bosque. Era la primera prueba de fuego que debía pasar. Sus movimientos fueron observados en todo momento.

Permaneció tres semanas en el bosque. No solo se recuperó, se alimentó y se provino de una zona segura para dormir, también continuó con sus entrenamientos. La última noche, cuando se vio con fuerza para abandonar el bosque de forma definitiva, fue recogido por otro pura sangre, Togu, que se encargaría de acabar de formarlo e instruirlo para los fines que estaba destinado.

Su segundo periodo de formación se prolongó hasta los diecinueve años. Vivió solo con Togu en un suburbio parisino. Su relación fue "cordial" por definirlo de alguna manera. Teniendo en cuenta que Togu era su inmediato superior y tenía quince años más que Hanzo. 

Esa mañana cambió todo. Togu estaba en la cocina cuando Hanzo se levanto, como todos los días a las 06:45 horas. Le saludo fríamente, como de costumbre, y le dijo: "Cámbiate, salimos de viaje. No cojas nada de equipaje".

Se trasladaron andando hasta la estación de tren, unos cincuenta minutos de paseo. El frió era glacial, pero ninguno de los dos hizo mención del tiempo. Nunca hablaban de cosas superficiales. Sus conversaciones se reducían a "No bajes la guardia, joder" y "Limpia el baño, parece una puta pocilga", poco más.

Tomaron un tren hacia Alemania. Togu, se mantuvo con los ojos cerrados durante todo el trayecto. Hanzo miraba por la ventana, absorto. Solo era un crío, jamás había montado en tren. Un crío sin familia, sin amigos, ni siquiera tenía conocidos y podía matar en menos de un segundo, sin remordimientos, sin motivo...solo por una orden...pero no por ello dejaba de ser un crío...

Se bajaron en la ciudad de Stuttgard. Allí cogieron una furgoneta blanca, bastante destartalada. La llave se encontraba bajo la rueda trasera derecha.

Viajaron hasta la población de Seebach, en plena Selva Negra. Togu continuaba sin abrir la boca. Estacionaron la furgoneta en una zona de acampada. "Hemos llegado, baja" Dijo escuetamente Togu.

Extrajo dos pequeñas mochilas de la parte trasera del vehículo y le arrojó, con fuerza, una de ellas a Hanzo. "Vamos, sígueme..."

El bosque, el paisaje en general, maravilló a Hanzo, que no sabía donde detener su mirada. Ese aire era fresco, puro, le resultó familiar. Durante un segundo, o incluso algo menos, recordó con un sentimiento parecido a la melancolía su vida en los Pirineos.

"Aquí es", exclamó Togu. Se encontraban frente a una gruta con una pequeña entrada. Se adentraron como pudieron, a él no le costó mucho trabajo, medía escasos 1,70 cm. de estatura, Togu, sin embargo, con sus 1,88 cm. tuvo más dificultades. Una vez dentro, Togu prendió una linterna de led que emitía una tenue luz roja. Caminaron por la cueva unos sesenta metros. La oscuridad era total. Total.

Togu se detuvo en seco. Extendió una manta en el suelo e indicó a Hanzo que se sentara. El también tomo asiento. Apagó la linterna. "Hanzo, permaneceremos aquí durante 40 horas. Habituaremos nuestra vista a la oscuridad durante este periodo. Nuestra misión es sencilla. Debemos entrar en una villa que se encuentra a doce kilómetros exactos de este punto. Entrar, tomar unos documentos y salir. Sin hacer ruido, sin eliminar a nadie, sin ser mordidos. Todo lo que no sea eso será considerado por la organización como un rotundo fracaso. ¿Me has entendido? Hanzo asintió con la cabeza, estaba preparado. Más que preparado.

Adoptaron posición de meditación y comenzaron con el primer mudra del ritual budista esotérico conocido como Kuji Kiri, nueve cortes.

"Rin", pensó Hanzo, el sello del rayo...juntó las palmas de las manos, entrecruzó sus dedos, dejando rectos y unidos los índices, y comenzó a nutrirse de toda la fuerza del cielo...

Pepe Desastre. Todos los derechos Reservados




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