Una persona buena. Carta de un adolescente a su abuelo.

El día que te fuiste lloré durante horas. Fue la primera vez que la muerte me arrebataba algo. Luego lo hizo más veces, pero esa fue la primera vez.

Mi madre me decía que no llorara, que el abuelo estaba en el cielo, con Dios. Recuerdo que me dí la vuelta y lloré con el corazón encogido, no quería que me vieran. Mi otro abuelo decía que llorar era de maricas y yo no quería ser un marica. 

Me enfadé mucho con Dios. Él tenía mucha gente con él, aparte de los ángeles y todo eso. También fue la primera vez que me enfadé con Dios, y también me enfadaría más veces con los años.

No te vi muerto abuelo, tampoco fui a tu entierro, decían que era pequeño para esas cosas, que ya tendría tiempo.

Recuerdo que la primera noche tras tu muerte, tuve un extraño sueño. Soñé que la abuela, tu esposa, había muerto, y tú aún estabas vivo. Estabas sentado junto a mí, contándome que la abuela había muerto.En ese momento no entendí nada. Con los años entendí perfectamente el sueño y supe que tenías razón. Tú vivías y la abuela había muerto. Por cierto, la abuela sigue muerta.

Con los años mucha gente me contó historias maravillosas sobre ti. Sin duda eras una persona buena, o mejor dicho, eres allí donde te encuentres.

Siempre ayudaste a todo el que te lo pidió. Te quitaste el pan de tu boca para dárselo al prójimo. En el acuartelamiento donde serviste como militar hiciste mucho bien. Aún hoy resuenan tus acciones en labios agradecidos.

De niño, no entendía por qué te levantabas a las cinco de la mañana todos los días y salías de pesca. Si ya estabas jubilado, no entendía por qué trabajabas a diario como pescador.

Siempre tenías una sonrisa para mí, a pesar de llegar a casa agotado y quemado por el sol. Recuerdo como guardabas esas pesetas que tanto esfuerzo te costaba ganar. Ahora sé para quién eran.

Ya quedan pocas personas como tú aquí en la tierra. Creo que Dios se las está llevando a todas y está dejando aquí a los que somos más imperfectos. Eso me asusta, hay personas a las que quiero mucho y son como tú, unas personas buenas. Temo que me las arrebate como hizo contigo.

Algunas noches, Dios me da el regalo de soñar contigo. Quizás porque me enfadé con él, no lo sé. Luego, por la mañana, cuando despierto, se me saltan las lágrimas, pero me da igual, merece la pena.

Abuelo, gracias. Gracias por quererme. Gracias por dedicar tus últimos años a pescar en esa pequeña barca. Gracias por dedicar esas pesetas a lo que las dedicaste. Pero sobre todo gracias por el ejemplo que dejaste aquí. Gracias por ser una persona buena.

Fotografía: Gema Benito. Texto: Pepe Desastre. Todos los derechos reservados.

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