No puedes ser otra cosa

Llevo casi dos décadas viviendo prácticamente en la calle. Vivo y siento la calle de forma transversal. Me relaciono con ricos, con pobres, con rojos, con fachas, con delincuentes, con la pasma. Se puede decir que tengo una visión amplia de lo que puede ser un ser humano. O eso creía, hasta que apareciste tú.

Me descolocaste. Pensaba que ya nada podía sorprenderme. Craso error.

Conocerte fue como despertar de un k.o. Abres los ojos. Lo primero que ves es la luz. Los primeros segundos son desconcertantes. No sabes donde te encuentras, qué día es o qué cojones ha pasado. Así me sentí yo. Desconcertado. Revisé mis etiquetas mentales, pero no encajabas es ninguna de ellas.
Investigué, no lo hago mal. Consulté libros, incluso imploré ayuda a G.A.D.U.


Finalmente recurrí a un hombre sabio. Me preguntó: Dime la primera palabra que se te ocurra pensando en ella. Luz, le contesté. Sin duda, luz. Se quedó pensativo y dijo: Descríbela. No puedo, le contesté. No tengo palabras, no sabría por donde empezar. Solo podría decir que es una obra de arte.
El hombre sabio sonrió y me cogió la mano. Me miró a los ojos y me dijo: Tranquilo, ya sabemos qué es ella. Es un capricho. Un capricho de Dios. Un ser de luz con una belleza que no es de este mundo hijo. Ella es un ángel.

Le di las gracias. Le quise pagar. Se negó a recibir precio. Me marché feliz. Un ángel, pensé, no puedes ser otra cosa...

Fotografía: Gema Benito. Texto: Pepe Desastre. Todos los derechos reservados.

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