La Parada

Todas las mañanas se levantaba animado por la mera idea de verla. Llegaba con media hora de antelación e incluso se preocupaba por su aspecto, cosa que nunca había hecho. Intentaba no repetir camisa, llevar los zapatos limpios, peinarse correctamente, perfumarse...

Ella era una chica preciosa. Casi le dolía contemplarla. Siempre iba guapa, independientemente de lo que llevara puesto. Falda, pantalón, blusa, camisa...Y que decir de su hermoso pelo, recogido a veces en una coleta, suelto otras, rizado, liso... y los ojos... Ufffffff, los ojos eran increíbles. No muy grandes, achinados y de una viveza sin igual.

Nunca había hablado con ella, cierto, pero al menos le daba diariamente los buenos días. Si algún día no la veía, se preocupaba...Si, puede parecer absurdo, pero es lo que ocurría. Incluso un día llegó tarde al trabajo esperando el siguiente bus, por si acaso se había retrasado...

Un lunes, un lunes cualquiera, la chica no acudió a la parada. No le dió importancia. Pero al día siguiente tampoco apareció. Se extraño sobremanera, nunca había faltado dos días seguidos. Al día siguiente, y al otro, y al otro, ocurrió lo mismo...

Se encontraba desolado. ¿Qué le habría ocurrido a la misteriosa chica del bus?

Jamás volvió a verla. No supo, o no pudo, o una mezcla de ambas cosas, buscarla. Pero nunca la olvidó.

Durante años continúo acostándose pensando en ella, levantándose pensando en ella, y acudiendo a la parada de bus pensando en ella.

Se prometió así mismo que no le volvería a ocurrir nada igual. Si veía otra chica que le gustara tanto, hablaría con ella, y con esa intención volvió durante años a la parada de bus, pero eso es ya otra historia...

Fotografía: Gema Benito. Texto: Pepe Desastre. Todos los derechos reservados.

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