En la plaza de la Boquería
Nunca olvidaré aquel medio día en la ciudad Condal. Acababa de dejar al informado en su domicilio. Tenía toda la tarde por delante para disfrutar de Barcelona. Lo primero que haría sería tomarme una Voll-Damm doble malta bien fría. Después hablaríamos de cava...si, en esta profesión se bebe bastante, por no hablar del maldito tabaco...
Estaba sudando. Soy de interior y la humedad de las ciudades costeras me mata, y más en agosto. No tenía mi mejor pinta. Camiseta negra, bueno, ya gris del uso, vaquero y zapatos no muy limpios. Seguro que me mirarían mal cuando entrara al restaurante, pero estaba acostumbrado y francamente me la pelaba.
Me paré en la plaza de la Boquería a contemplar un bello dragón de mar, en forja, que estaba sujetando un farol. Muy oriental. Podría ser un bonito tatuaje. Entonces sentí el roce de tu brazo con el mío.
Fue un auténtico shock. Miles de imágenes se agolparon por un mili-segundo en mi mente. Nunca antes había sentido nada igual. Me di la vuelta y te vi. Hubiera jurado sobre la Biblia que no te había visto antes. Mi razón no hubiera mentido, pero mi corazón sí. Nos sonreímos. Estoy seguro que sentiste lo mismo, exactamente lo mismo que yo.
Mis ojos no te reconocían, pero mi alma si. Sin duda alguna sabía que eras tú, aunque no tenía ni idea de quien eras.
Me acerque a ti y te pedí perdón por el choque. Te reíste sin contemplaciones. Hablamos solo unos minutos, pero se que nos reconocimos. Es como si nos conociéramos desde siempre. Una sensación extraña en este mundo de personas solitarias en medio de la multitud.
Aún hoy, al recordarlo, un escalofrío estremece mi cuerpo. No he conseguido saber cómo nos conocíamos sin antes habernos visto. Hay quien habla de conexiones kármicas, de almas gemelas, de vidas pasadas...La verdad es que no tengo ni puta idea de todo eso. Yo solo sé seguir gente sin que se dé cuenta, hacerme pasar por quien no soy sin que me tiemble el pulso, recibir palos y poco más.
Lo que sí se, es que nos hemos reído mucho desde aquel medio día. Y también sé, que el primer día que te vi, en la plaza de la Boquería, ya te conocía...
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