En el silencio de la noche

Cuando la noche por fin ganaba la contienda al día. Cuando reinaba en cada rincón y cubría con su oscuro manto cualquier atisbo de luz. Entonces es cuando se sentía pleno.

Se sentaba en una gran butaca de cuero ya desgastado. Se servía un whisky con hielo y encendía un cigarrillo. Ahí empezaba a vivir plenamente. En el silencio de la noche, interrumpido solo por el mágico sonido del tabaco al quemarse.

Cerraba los ojos y los veía. Al principio no reparó en ellos, pensaba que eran meras ensoñaciones. Más tarde se dio cuenta. Lo estaban esperando. Era gente diversa, de diferentes edades, diferentes vestimentas...Solo tenía que cerrar los ojos.

Le miraban directamente...Una anciana con un pañuelo negro y tez muy morena, un niño rubio con un camión de bomberos, un tipo con barba y un traje oscuro...Todos le miraban directamente a él. Algunos le sonreían, otros lo miraban desafiantes...

En el silencio de la noche, entre caladas a los cigarrillos Cámel y tragos al whisky White Label, se documentaba estudiando textos clásicos iniciáticos. Su preferido, por ser el que más luz le arrojó, Dogma y Ritual de Alta Magia, de Eliphas Levi.

Las presencias, esas personas, o ánimas, no eran de este mundo. La proximidad de su propia muerte le había acercado al Sheol, había abierto la puerta del inframundo y por ella se asomaban para darle la bienvenida.

No tenía miedo. Bueno, quizás alguna inquietud, pero no miedo.

Transcurridos unos meses, en el silencio de la noche, no solo los veía cuando cerraba los ojos. Ya pululaban por la estancia. Los veía de reojo al principio, como meras sombras que se paseaban por la sala. Después los pudo ver directamente. Junto a la puerta, junto a la lámpara de gas...No le hablaban, solo le miraban, fijamente, como acechando y esperando el fatal desenlace.

En el silencio de la noche, lo supo. Ese era el día, o mejor dicho, esa era la noche. Una niña pelirroja con un vestido de organza  marfil se le acercó. Le sonreía. Le tendió la mano. Él no se asustó. Le cogió la mano. Estaba fría, fría y carente de tensión. Dio la última calada al cigarrillo Cámel. Disfruto del sonido que produce el tabaco al consumirse. Se levantó y caminó con ella...Y en el silencio de la noche, abandonó finalmente este mundo...

Fotografía: Gema Benito. Texto: Pepe Desastre. Todos los derechos reservados.

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