El Extraño del espejo
Aquella mañana se sorprendió mirándose al espejo, ensimismado, como si no reconociera la imagen que reflejaba. Tres días más tarde dejó de poner la radio en el coche. Semanas después, comenzó a ignorar mensajes y llamadas.
Vagaba, invisible, por las calles de Madrid, como si de un muerto vertical se tratara. Al llegar a casa se sentaba frente al espejo, observando a aquel extraño que aparecía ante él. Sin motivo aparente lloraba durante horas, sintiendo como poco a poco caía dentro de un profundo pozo que se había abierto dentro de él.
En pocos meses se quedó sin alma. Nadie, ni siquiera el extraño del espejo, le ayudó, a pesar de gritar con su mirada pidiendo auxilio.
Aquel día al llegar a casa cogió un cuchillo de la cocina. Le costó trabajo encontrarlo entre el desorden imperante. Se sentó frente al espejo. El extraño lo contemplaba impasible. Atravesó la piel de sus muñecas. Su sangre comenzó a brotar, serpenteando de forma caprichosa por su piel. Una gran paz comenzó a invadirle. Recordó la belleza de su madre, sus caricias, sus besos, sus abrazos, su calidez, su amor...El extraño del espejo lloró desconsolado y poco a poco, todo fundió a un abisal y sereno negro.
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Fotografía: Gema Benito. Texto: Pepe Desastre. Todos los derechos reservados.
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