Cada palabra, un beso
Cada palabra de su amada, fue una puñalada, una puñalada clavada en su malogrado corazón.
Sintió el cuchillo, el cuchillo del verbo, rasgar su piel, traspasar su cuerpo y clavarse en todo su ser.
Sintió el frío metal de la hoja entrar y salir, con cada una de las palabras de su amada...
Sorpresa no fue. Lo sabía. Pero no por saberlo rehusó verla, aún conociendo que le costaría la vida, pues la vida sin su amada era la más oscura de las muertes...
La vida se le escapaba entre las manos, y él, soñaba.
Soñaba que cada palabra era un beso. Pero no un beso cualquiera. Un beso de amor, un beso fabricado de nobles, puros e inocentes anhelos.
Besos suaves, besos con miradas, besos ardientes, besos que no se dan con la boca, se dan con el alma.
Puso sus manos sobre el corazón, temblorosas, con torpeza. Sintió la sangre caliente sobre ellas.
La sangre invadió sus manos, se escurrió por sus muñecas, por sus antebrazos, llegando hasta sus codos, y de sus codos goteo hasta el suelo...
Se arrodilló, y observando gotear su alma, imaginó que cada gota de sangre era un beso, un beso de su amada...
Y así partió, con hombría, cambiando puñaladas, por besos de su amada.
Pepe Desastre.
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