El hombre Orquesta
Me senté en mi antiguo y apolillado escritorio. Pasé la mano por encima del tablero. Su tacto, su sonido, me reconfortaba. No era especial, ni muy bello...en cierto modo era un poco yo, un poco mi reflejo. Saqué una cuartilla de papel del cajón, no sin esfuerzo, -el cajón atrancaba-, y la puse frente a mí. Enfrenté la pluma sobre ella. Caí en la cuenta, nunca había sabido muy bien cuál era el anverso o el reverso...poco importaba. Cerré los ojos y buceé por entre la blanca hoja. Recaí sobre un bello latifundio. El trigo despuntaba verde y fuerte. En el cielo, nubes espesas y oscuras amenazaban con dejar libre, en cualquier momento, su ambrosía. Miré a mi alrededor... ninguna historia me aguardaba. Buceé aún más profundo. Recalé en una vieja plaza. En el centro una sencilla fuente, revestida de azulejos azules. Al fondo, la puerta de la iglesia, cerrada a cal y canto. A la derecha, desperdigados aquí y allá, veladores de hierro y mármol blanco...todos vacíos. Un momento...a la izquierda