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Mostrando entradas de agosto, 2018

La Carta, Esa enigmática Señora capítulo 2

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Llegué a casa algo cansado, mi trabajo en la oficina era rutinario: analizar operaciones de riesgo para algunas entidades de crédito; activo, pasivo, balances…pero os aseguro que pasar toda una jornada estudiando números (y lo que se esconde tras ellos) es agotador, y un lunes, más aún. Abrí el cajetín del correo. La mayoría de las cartas no las leía, solo eran facturas de electricidad, agua, mensajes comerciales…poco más, pero esa tarde recibí una carta distinta. Era de un papel de calidad, color vainilla. Incluso estaba perfumada…jazmín creo. No tenía remitente y estaba dirigida, escuetamente, al Sr. Slope. Por las características de la escritura; redondeada, sin adornos superfluos, cuidada, lenta, presionada… deduje que había sido escrita por una señora de edad avanzada, no menos de setenta años. Tomé una ducha rápida, encendí uno de mis puros aromáticos y me serví un generoso whisky single malt con tres piedras de hielo. Respetaba que en Escocia el whisky se tomara sin hielo,

Esa enigmática Señora

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En aquel tiempo, mi vida era anodina y gris. Trabajaba, dormía, comía...así una y otra vez, día tras día. Ahora, cuando los recuerdo, cuando recuerdo esos días, pienso que el gris no es un color tan vacío como pudiera parecer, pero quizá es solo una apreciación subjetiva endulzada por el transcurso del tiempo. El tiempo, o el paso del tiempo, es uno de los mejores edulcorantes que todo ser pueda encontrar. A las dos y media en punto abandonaba las oficinas del Sr. Pitchfork para almorzar. Caminaba hasta el parque adyacente y ocupaba uno de sus bancos de hierro fundido. Casi nunca tenía compañía, extremo que no suponía ningún problema para mí, pues era hombre más bien parco en palabras. Abría mi tartera y comía, contemplando la arboleda. Conocía cada árbol, cada arbusto. Aquel viernes era uno de esos días especiales. No por nada concreto, ningún hecho destacable había sucedido o se esperaba, pero era uno de esos días en los que sin motivo aparente, sin explicación, una sensació

Excelentísimo Señor Muerto

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Excelentísimo Señor Muerto. “En la guerra, todo el mundo muere. Nadie escapa a su furia, a su odio, a su mezquindad, nadie” J.M.C. Meses antes de ir al frente, comencé a tener un sueño repetitivo. Me encontraba en medio de un campo sembrado de cruces blancas de madera. Iba caminando, como sin rumbo. Pasaba   mi mano siniestra por las cruces, y estas se iban tornando negras, pero no un negro intenso, un negro desgastado, medio pardo, medio gris. Vestía unos pantalones azul marino de pinzas y unos lustrosos zapatos negros de cordones, Casi me podía reflejar en ellos. En un momento dado, me detenía y me giraba, y veía la oscura y sombría estela que iba dejando tras mi paso, hasta donde la vista me alcanzaba. Una nefasta mañana, una pareja de soldados se presentaron en mi casa. No me dejaron siquiera coger mis objetos de aseo personal, o algunos de mis libros predilectos, nada. “ Tranquilo hijo, el ejercito te proveerá de todo los que vas a necesitar ”. El acuartelamiento d