La maleta
El traqueteo del tren le fascinaba. Cuando imaginaba el cielo, su cielo, siempre lo hacía como un eterno viaje en tren, visitando parajes exóticos, dialogando con gente interesante en cada trayecto y dando buena cuenta de sencillas y deliciosas viandas, acompañadas incontestablemente de cerveza, fría y con cuerpo. No era, por decirlo de alguna manera, amante del vino. Pensaba que era un invento Romano y él estaba orgulloso de sus ancestros celtíberos... Cuestión de principios, nada más. El revisor del tren le devolvió a la realidad. Mostró su billete y su mirada, apacible y azul a partes iguales, se posó sobre su maleta. Sonrió. Recordó a su tío Sinforoso, singular e ilustre personaje, que hizo siempre honor a su nombre de origen griego. Era todo un Dandi, cosa que él nunca sería, se recordó así mismo. Tío Sinfo era muy alto para su época, superaba el 1,85 cm de altura. Iba siempre impecable y su trato era exquisito. Fue militar y sirvió a España en África, en el Sáhara. Le encan